La Catedral, la Giralda, el Archivo de Indias, el Real Alcázar, la Torre del Oro… Mucho hay por ver en la fabulosa ciudad de Sevilla, tanto que se hace casi imposible verlo todo en los pocos días que generalmente uno dispone para visitarla.

por Diego Horacio Carnio

Viajar de Lisboa hasta Sevilla puede ser un trayecto largo, pero les aseguro que mirando por las ventanillas no faltarán razones para quedarse asombrados y disfrutar de la ruta como si fuera una estupenda road movie. Luego de cruzar el Puente Vasco da Gama, el más largo de toda Europa, el camino continúa hacia el sur pasando por Albufeira, Tavera, Faro y, ya en España, Huelva.

Eran más de las tres de la tarde cuando llegamos a la Terminal de Buses Plaza de Armas de Sevilla y emprendimos el camino para dar con nuestro hotel, llamado Zaida y ambientado en estilo arábigo, algo bastante común en tierras andaluzas. Respecto al hotel, debo decir que fue una elección por decante porque para estas fechas situadas entre Navidad y Año Nuevo, Sevilla suele estar explotada de gente y los hoteles no sólo se llenan sino que también se encarecen. Así que con Zaida elegí lo mejor de los que quedaba disponible y la verdad que no defraudó para nada… un alojamiento básico pero cómodo, bien ubicado en el casco histórico y a buen precio.

Enseguida emprendimos la primera de las muchas caminatas por la ciudad que tendríamos en los días siguientes. Como los celulares se habían quedado sin batería, fue un peregrinaje casi a ciegas el hecho de andar por la ciudad sin el Google Maps que nos oriente, pero eso otorgó a la travesía un tinte especial. Bajamos por la Calle San Roque hasta la esquina donde se encuentra el Bar Zafiro, lugar donde las próximas jornadas nos encontrarán, a cualquier hora, disfrutando de la magnífica Carrillera Ibérica que allí cocinan, doblando luego por la angosta Calle San Eloy hasta girar en una especia de pórtico y encontrarnos con la diminuta pero bella Plaza de la Magdalena, lugar ideal para en su fuente llenar de agua potable termos y botellitas. Unas cuadras más y ya nos estábamos adentrando en la parte más histórica del casco sevillano, cuando la Plaza Nueva y el Ayuntamiento de la ciudad nos dieron la bienvenida.

El edificio del Ayuntamiento es un ícono arquitectónico de Sevilla y guarda un estilo renacentista en la fachada que da a la Plaza San Francisco y un estilo Neoclásico en la que mira hacia la Plaza Nueva, construidas ambas con unos 400 años de diferencia entre sí. La plaza de San Francisco es realmente bonita y ajetreada, sobre todo al caer la tarde. En ella hay una bella sucursal del Banco de España que vale la pena observar.

Seguimos por la Avenida de la Constitución dos cuadras y el asombro nos asaltó de golpe cuando apareció frente a nosotros la imponente Catedral. Parece un lugar común hablar en este viaje de catedrales maravillosas, pero es lo que hay y la de Sevilla no se queda fuera de la lista. Su verdadero nombre es Santa, Metropolitana y Patriarcal Iglesia Catedral de Santa María de la Sede y de la Asunción de Sevilla. Es de estilo gótico y su campanario, llamado La Giralda, es hiperfamoso y ultravisitado por turistas de todo el mundo que ascienden sus más de 30 rampas para acceder a una impresionante vista de la ciudad. No es para menos, aunque si se trata de elegir por cuestiones de tiempos yo optaría por ver más en profundidad el interior de la Catedral que por subir a La Giralda. ¿Razones? Les cuento…

El templo es esplendoroso por donde se lo mire, tanto en sus fachadas exteriores como en sus interiores. Habíamos sacado las entradas con anticipación, así que nos salteamos la fila y nos ahorramos la espera. Dentro, uno puede toparse con el Mausoleo donde descansan los restos del Gran Almirante Cristóbal Colón y también de uno de sus hijos, Hernando. Hay una gran polémica sobre el lugar en el que reposan los restos de Cristóbal Colón, pero la versión más extendida y con mayor credibilidad afirma que reposan en este mausoleo construido en el interior de la Catedral de Sevilla. Colón falleció en Valladolid en 1506 y sus restos descansaron primero en esa ciudad y tres años más tarde fueron trasladados al Monasterio de la Cartuja, en Sevilla. Luego, los relatos sitúan al cadáver de Colón en Santo Domingo y más tarde en La Habana. Lo cierto es que en 1899 los restos del Almirante fueron depositados definitivamente en la Catedral de Sevilla, en el mismísimo lugar que les muestro en este post. En el féretro se puede leer: «Aquí yacen los huesos de Cristóbal Colón, primer almirante y descubridor del Nuevo Mundo R.I.P.A.»

El Patio de los Naranjos ofrece la posibilidad de sacarnos de las penumbrosas sombras del templo, tomar un respiro y retornar a continuar viendo la grandeza de Retablo Mayor, de los techos, las puertas y de cada columna. Las audioguías ayudan mucho a conocer un poco más de la historia y la arquitectura de la Catedral. Luego si, subimos hasta la cima de La Giralda, campanario que alguna vez, bajo el dominio de los moros, supo ser un minarete y que hoy es conocido por la estatua femenina de bronce de unos cuatro metros de altura que representa “la fe victoriosa”, llamada el Giraldillo, que da nombre a la torre.

Era hora de comer algo y de beber unas copas y por suerte en Sevilla hay un bar a cada paso, así que lo difícil sólo es elegir en cual uno va a sentarse. Nosotros optamos por la Taberna Bar Picalagartos para hacer un recorrido por las distintas tapas y bocadillos que tan buena fama tienen. Había mucho que elegir en el menú de tapas y de vinos, así que nos hicimos un lindo recorrido acodados en la barra del lugar. Una sopa de tomate sevillana llamada Salmorejo, unos trozos de queso de oveja, anchoa cantábrica, croquetas de chipirón, bacalao y jamón ibérico, pimientos del padrón y lagarto ibérico, un corte de cerdo que está muy bueno. Todos estos platillos fueron acompañados por tres vinos, dos de los cuáles son puntualmente de la región de Sevilla. Pero vamos por parte… Por cuestiones del azar, empezamos por los tintos. El primero de ellos fue el Borboleta El Diseño de Autor 2019, un vino artesanal de Constantina, D.O. Sierra Alta de Sevilla, con una nariz algo amaderada pero que al rato liberó esencias de regaliz y ciruelas. Rico vino… El segundo fue un Rioja de línea clásica como el Nuntius, un vino sin demasiado que contar y algo descontextualizado. Por último, llegó un blanco hermoso, el Tierra Blanca Blanco Seco 2021 de Bodegas Páez Morilla, un vino de Andalucía con dejos de manzana y pera que me gustó mucho.

Llegó la hora en que teníamos que entrar a otro gran edificio histórico de los muchos que tiene Sevilla: el Real Alcázar. Recuerdo que en la Storie de Instagram que publicamos en @lepetithistoriador_ok escribimos que no nos había impactado como esperábamos y eso trajo un sinfín de comentarios sobre el tema. La realidad es que el Alcázar, que aún es utilizado por la Familia Real cuando el Rey visita Sevilla, es hermoso y de obligada visita. Eso está fuera de discusión. Diseñado y construido en su mayor parte por los árabes, desde comienzos de la Edad Moderna la constante vinculación del Alcázar sevillano con la corona de España se constata en continuas transformaciones del edificio que intentaron acomodar su interior al gusto de los nuevos tiempos. Así, se reformó el piso alto del Patio de las Doncellas, que adquirió una fisonomía renacentista de gusto italiano. También se renovaron sus yeserías y se modificaron los arcos de la galería inferior. Igualmente, se construyeron a lo largo del siglo XVI espléndidos artesonados que aún mantenían la estética mudéjar y que no traicionan al primigenio espíritu del edificio; entre estos artesonados destacan especialmente el que cubre el amplio espacio del Salón de Embajadores. Hay rincones de ensueño en el Alcázar, pero si hay que elegir, elegimos los inmensos jardines andaluces en los que uno puede caminar, descansar y respirar aires cargados de historia y misterios. El Real Alcázar de Sevilla es un conjunto palaciego amurallado construido en diferentes etapas históricas. Si bien hay alcázares en varias ciudades españolas -hace poco visitamos el de Toledo-, este ubicado en Sevilla es el que más turistas recibe y el más bello e importante de todos. El palacio original se edificó en la Alta Edad Media y con el paso de los siglos fue combinando espacios con influencia mudéjar y otros con un claro estilo gótico. Retrocediendo en el tiempo, en la segunda mitad del siglo XI el gobernante musulmán Al-Mutamid, fue quien amplió la fortaleza hacia el oeste, dando verdadero origen al Alcázar. En 2009 se le realizó la prueba del carbono 14 a la muralla del Alcázar y dió como resultado que el año 1090 es el más aproximado a la fecha de construcción. Es decir, la muralla del Alcázar conservada tiene más de mil años en pie. Un último dato que nos toca de cerca a los iberoamericanos: durante las Guerras Napoleónicas, se reunió aquí la Junta Central de Sevilla, que más tarde se trasladaría a Cádiz.

La cena a deshora nos esperaba y la misma tuvo lugar en una de las mesas del Bar Zafiro, ubicada en la vereda, lugar ideal para una Carrillera Ibérica y unas buenas copas de vino, que en esta ocasión fue con el vino de la casa, un más que presentable Señorío de Pedraza con DOC Ribera de Guadiana de Extremadura, de Bodega La Soledad, un blanco de uvas Viura, con aromas a manzanas verdes y melón. Un rico vino con estupenda relación entre precio y calidad. Vale decir en este párrafo que la Carrillera Ibérica es una carne estofada muy sabrosa que suele venir con algún acompañamiento como croquetas o buñuelos.

El día siguiente empezó con un Free Tour -siempre recomendados para conocer un poquito más algunos detalles de la ciudad y su gente- y luego nos fuimos a conocer el Archivo General de Indias, un lugar que siempre quise visitar desde mis tiempos de estudiante de historia en la Facultad de filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, ya que el Archivo General de Indias guarda todos los registros y documentos de la conquista y colonización de América y fue creado por el rey Carlos III en 1785 para, en el marco de las Reformas Borbónicas, concentrar todo lo referente a la administración de los territorios de ultramar. Todo historiador debería pasar al menos una vez por este lugar, concibiéndolo como una de las tantas Mecas de la disciplina histórica. Según una amiga sevillana, hasta este Archivo llegan continuamente investigadores y buscadores de tesoros… los primeros para fundamentar sus escritos; los segundos para encontrar datos y pistas que los lleven a dar con algún naufragio millonario de aquellas naves que, cargadas de oro y plata, no lograban cruzar el océano y aún descansan en las profundidades del mar.

El almuerzo, está vez tocó en el Universal People Bar, en la Plaza de El Salvador, al ladito de la segunda iglesia más importante de la ciudad de Sevilla. Lindo lugar el Universal, donde pedimos todas cosas ricas, tanto para comer como para beber. Empecemos por los vicios del tenedor y al respecto diré que fuimos mesurados y solicitamos dos tapas: unas Croquetas de boletus y trufas y una Carrillada Ibérica. Ambos platillos estaban de diez. Del primero les aclaró, porque no sabía y pregunté, que el boletus es una especie de hongo con más de doscientas variedades comestibles. Si de las copas hablamos, esta vez me incliné por un tinto y fue un Vino de País, cómo le llaman en España a los vinos regionales que sin ser una DOC, tienen su identidad con un lugar determinado. Pedí obviamente un vino andaluz de la tierra de Cádiz más precisamente un Cortijo de Jara con seis meses de paso por madera. Un Blend de uvas Syrah, Tempranillo y Merlot.

Algo que merece un párrafo aparte es que luego, de sobremesa, pude probar una Manzanilla, un vino blanco y ajerezado -aunque no es un Jerez- muy rico de Bodegas Hidalgo La Gitana. Una velada muy andaluza como podrán ver…

En el anochecer sevillano y con las luces navideñas encendidas por toda la ciudad, caminamos hasta la Torre del Oro, a orillas del Guadalquivir. Luego cruzamos al otro lado del río, al barrio de Triana, lugar de marineros y navegantes de donde procedía el famoso Rodrigo de Triana, quien gritó “Tierra a la vista” cuando Colón se tropezó con el continente americano por vez primera. Triana es un lugar hermoso, muy distinto a Sevilla a pesar de estar al lado y ser parte de ella. Si andas por Sevilla y no querés perder tu silla, date una vuelta por Triana que tus memorias te lo agradecerán por siempre.

Ahora a dormir que mañana temprano se viaja a Cádiz y allí también nos esperan grandes vinos, platos y sorpresas que podrán leer en el próximo capítulo de “De Copas por Europa” en su episodio VII.

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