La bodega familiar enfocada en el Valle del Pedernal presenta dos sus vinos de parcela “A través de mis ojos”, un naranjo “Elefante en un Bazar” y la flamante cosecha de sus “Memoria de Elefante”

por Diego Horacio Carnio

Ya el nombre me había llemado la atención… Elefante Wines tenía algo de magia en sus letras, alguna remiscencia infantil fusionada con lo exótico, con lo musical, con la lietartura y el arte y, obviamente, también con los vinos. Todas mis sensaciones previas quedaron confirmadas desde el momento en que Juliana y Felipe comenzaron a hablarnos de este proyecto familiar en la velada que compartimos en Cru Wine & Deli, en el porteño barrio de Palermo, para conocer sus diferentes etiquetas y adentrarnos en el fabuloso mundo del Elefante.

Las primeras referencias de Juliana Rauek, enóloga del elefantino proyecto, dieron en la mella de lo que contaba en el pàrrafo anterior. Se refirió ella a alguna frase de Frida Kahlo y luego trajo a la mesa ciertos pasajes de la inmotal obra El Principito… Lo esencial, muchas veces, no se ve a simple vista y las parcelas únicas de donde provienen los Elefante Wines tampoco. Su descrubrimiento, nos cuenta ahora Felipe Azcona, ingeniero agrónomo y compañero de vida de Juliana, es mas por intuición que por certeza, una intuición solo alcanzable si se piensa y se mira más como un niño que como un adulto.

Bajo esa concepción fuimos entendiendo la metáfora y también caimos en cuenta de la realidad: Un Elefante ocupa demasiado espacio. El emprendimiento fue creciendo y el garaje de la casa quedó chico para la familia, los tanques y las barricas. “Por un lado, no teníamos más lugar y, por otro, nuestra hija empezó a treparse a los tanques y además nació nuestro segundo hijo… con la fermentación es peligroso para los niños…y además con todo el movimiento de bodega, dejó de ser friendly para el vecindario”, recuerda Felipe.

En 2021 adquirieron una bodega histórica en Santa Lucía, localidad ubicada a 1 hora y media del Valle de Pedernal y en un punto geográfico estratégico de San Juan.

“La había comprado un amigo de mi papá en un remate hacía 20 años, era una bodega que hacía casi 30 años que no elaboraba. Había sido desguazada, sólo quedaban las piletas y una prensa vieja. Fue una apuesta con cierta magia, porque esa bodega cuenta la historia de lo que fue el vino en San Juan, en la época de los 90 litros per cápita. Allí se elaboraba un millón de litros. En la puerta hay un cartel que dice ‘Viñas de Irene. Venta en damajuana’”, relata Felipe.

El edificio, actualmente en restauración, contaba con piletas grandes de cemento de 20.000 y 25.000 litros que, para adaptarlo a las necesidades y escala de Elefante Wines, fueron demoliendo y dejando las paredes para usarlas como infraestructura o como salas de barricas. Además, posee unas 12 piletas de 7000 litros que están siendo recuperadas.

“La premisa es que no queremos romper nada, queremos dejar todo lo antiguo como está y que sean huellas o cicatrices de un pasado del cual estamos orgullosos. Lo que queremos es modernizar, haciendo Vinos de Autor, haciendo vino con trazabilidad, con indicación de origen”, relatan apasionados los Elefante Wines.

Actualmente ampliaron la producción, a 15.000 botellas anuales, están haciendo una cava especial en los tanques bajo tierra antiguos, terminando el galpón de fermentación y la sala de Turismo. Proyectan hacer la apertura en diciembre, tener restaurant y visitas guiadas. “Va a ser un hito para San Juan porque no hay bodegas chicas abiertas al público que hagan cosas de alta gama, siendo la segunda provincia vitícola”, aseguran.

Los vinos del Elefante provienen del Valle del Pedernal, en San Juan, ubicado cerca del límite con la vecina Mendoza y recostado en el pedemonte de la Cordillera de Los Andes.

La manada de Elefante Wines, hoy tiene un total de 6 líneas y 15 etiquetas:

Elefante Blanco: integrada por los varietales blancos Chardonnay y Sauvignon Blanc en sus 2 versiones: filtrada y sin filtrar. Hacer vino blanco de calidad es un esfuerzo importante para una bodega chica, como un elefante albino hindú, que no podía trabajar pero costaba mucho mantenerlo y era símbolo de poder real y prestigio. 

Elephant Gun: integrada por un dos tintos del año, sin paso por barrica (Malbec y Tinto -Malbec Syrah), y un Rosado de Merlot. Vinos que, lejos de las armas, la expresión inglesa se usa para hablar de algo que es potente y explosivo

El Elefante (in the room): integrada por un Malbec y un Cabernet Sauvignon Reserva. Su nombre alude al origen de la bodega… algo que es casi palpable, que todos ven, pero de lo que nadie se anima o quiere hablar

Un Elefante en un Bazar: se trata de un vino naranjo, 100% Chardonnay. Para hablar de este vino disruptivo eligieron la comparación de la situación inestable del elefante en un bazar, donde algo o todo se va a romper.

Memoria de Elefante: Son tres vinos: Capítulo I: Pinot Noir, Capítulo II Syrah y Capítulo III Blend. Los elefantes tienen muy buena memoria  pero muy mala vista, su memoria está ligada a su olfato… Pueden reconocer un lugar por como huele. En el humano, el olfato está ligado a la memoria emotiva. “Nos pareció una linda propuesta que el nombre refleje la idea de que no queremos algo memorable, sino algo que nos haga recordar”.A través de mis ojos: dos Malbecs de parcelas únicas: Parcela Tincay Parcela Quebrada de los sombreros. “¿Por qué me habría de asustar un sombrero?” Así comienza la primera lección de El Principito, la boa que se tragó al elefante representa todas esas cosas que no vemos, que olvidamos al ser adultos.