La Patagonia despierta desde la pronunciación misma de su nombre una intriga y una vastedad difícil de abarcar con palabras. Es una región que, en muchos sentidos, para un mundo actual globalizado, aún representa una especie de terra incógnita, un espacio aún por descubrir. Algo similar sucede con sus vinos, que llegan a nuestras copas desde esos territorios colmados de lagos, glaciares y montañas con nieves eternas. Si hay un Fin del Mundo, debe estar en Patagonia y justamente de los vinos del Fin del Mundo es que quiero hablarles en esta nota.

La nueva imagen de la línea Fin Single Vineyards ha sido toda una renovación

La semana pasada, junto a los Argentina Wine Bloggers, participamos de un recorrido por la línea Fin Single Vineyards, de Bodega del Fin del Mundo. La Bodega, propiedad de la familia Eurnekian y dirigida por Juliana del Águila Eurnekian, tiene sede en San Patricio del Chañar, Provincia de Neuquén, donde se extiende por unas 800 hectáreas de suelos generalmente franco arenosos y algunas variaciones de altura. La familia Eurnekian posee también viñedos en Armenia, cuyas etiquetas bajo la nomenclatura Karas pueden conseguirse también en nuestro país.

Con un nuevo diseño en sus etiquetas, cuyo cambio a tonalidades de color negro les sentó realmente bien, Fin Single Vineyards se compone de cinco varietales que exponen todo el potencial vínico de la región: Chardonnay, Pinot Noir, Malbec, Cabernet Franc y Syrah. Otro cambio significativo que en particular a mí me agrado mucho son las nuevas botellas, de estilo borgoña, livianas y ecológicas. La referencia a Patagonia, bien destacada en la etiqueta, se suma a la identificación de la finca de origen a cada varietal, información ésta última siempre valorada por los aficionados al mundo del vino. La gama de vinos Fin Single Vineyard ha sido elaborada con uvas cosechadas manualmente de parcelas únicas en una búsqueda de la máxima expresión del terroir. Está compuesta por vinos de partidas limitadas.

Ricardo Galante, enólogo de Fin del Mundo Wines

En el encuentro, el enólogo Ricardo Galante nos contó los pormenores del proceso de concepción, cosecha y vinificación de cada uno de los vinos y tal como marca la regla, comenzamos probando el Chardonnay.

Encontramos en el único blanco de la línea un vino sedoso, con notas cítricas y bellos dejos de bananas y ananás, observables éstos últimos luego de un rato de estar el vino aireándose. Las vides, que datan del quinquenio 1998-2003, están ubicadas en la Finca Antranik, en el piedemonte cordillerano a unos 372 msnm, donde existen suelos arenosos bien homogéneos y bien drenados que generan vinos de gran consistencia. La gran originalidad de este Chardonnay estimo que se encuentra en la combinación de tres formas distintas de vinificación aplicadas a este varietal. Por un lado, la utilización del método oxidativo para una parte del vino, donde luego de la primera fermentación el vino pasa a barricas, lo que le otorga algunas notas de humo. Una segunda parte del vino va directa a los tanques de acero inoxidable pero sin permitir la fermentación maloláctica, generándose así esos toques cítricos que tanto nos gustaron al descorchar. Por último, una tercera fracción que sí tiene fermentación maloláctica, va a barricas. De esta última práctica emergen esos aromas tropicales Tiene un potencial de guarda de entre 4 y 5 años. En cuanto a maridaje, lo pensé con peces de mar, con un abadejo a la naranja o al azafrán o con un tierno lenguado al roquefort.

Seguimos con el Pinot Noir 2019, una cepa que se ha adaptado de manera sublime al escenario patagónico y que encontró en la Finca Los Hermanos una evolución envidiable. También con un interesante potencial de guarda de 5 a 6 años, tiene notas herbales, pimentosas y terrosas, acompañadas de frutos rojos. El cien por ciento del vino es macerado durante diez días y tiene una crianza en barricas de roble francés especialmente seleccionadas. Respecto a los suelos, son arenosos aluvionales, con cantos rodados en profundidad y bajo contenido de materia orgánica. Un buen exponente del Pinot patagónico para servir a entre 14º y 16º, pero que también puede disfrutarse mucho a un par de grados más de frío, sobre todo en las nochecitas cálidas que puedan quedarle al otoño que recién comienza. Si pienso en posibles platillos que hagan dupla con este Pinot, se me viene a la mente una buena combinación de piezas de sushi o un rico solomillo a la mostaza con miel y tomillo.

Nuestro viaje báquico continuó con el Cabernet Franc 2019, mi preferido del portfolio porque, además de ser una cepa compleja que siempre me permite descubrir algo más, tiene unos taninos presentes no secantes, que no generan aspereza en boca permitiendo al mismo tiene un prolongado final. Proveniente de la Finca Don Pano, donde predominan los suelos calcáreos, En nariz, salen a la luz aromas intensos, que combinan notas a frutos rojos y frutos negros, con algo de especias y dejos de tabaco. Maceración tradicional durante 20 días, fermentación maloláctica del 100% y un potencial de guarda de entre 6 y 8 años son otras de las características de este vino. Un lomo a la pimienta negra o un pollo en crema de curry serían platos ideales para este Cabernet Franc.

El itinerario nos llevó también a probar el Syrah 2018, que fue una muy grata sorpresa y uno de los preferidos de quienes participaron del ágape virtual. Quizá resulte extraña la idea d un Syrah patagónico, cepaje que uno suele identificar más con otras geografías y paisajes como los valles de la provincia de San Juan o las alturas del Noroeste. Gran parte de la sorpresa radica justamente en apreciar lo que bien que se ha dado esta uva en una zona fría como la Patagonia Argentina. Este Syrah proviene de Finca La Surpina, donde los suelos son arenosos y aluvionales, sobre una terraza fluvial bien drenada. El potencial de guarda es de entre 5 y 6 años. De nariz especiada, con algo de vainilla y chocolate, me fascinó la entrada en boca, sus taninos sedosos y el perdurable final. Un vino, como me gusta decir, masticable, untuoso, de buen cuerpo y volumen. Para maridar, déjenme pensar con un buen guiso de lentejas, un locro o un buen cordero al disco, ambos servidos en vasijas de barro, factor que siempre suma.

En ningún portfolio de vinos argentinos suele faltar el Malbec y obviamente, esta no es la excepción. Más maduro que en anteriores cosechas, más redondo y más acabado, este Malbec 2019 de Finca Don Eduardo y de 14.6º de alcohol, tiene detrás de las frutas negras unos delicadas notas minerales. Criado en barricas francesas –la versión 2018 tenía una crianza combinada entre roble americano y francés-, tiene una guarda estimada 5 o 6 años. Pienso este Malbec con un buen Rissoto de Hongos o un lindo Ojo de Bife a las brasas.

La velada no podía terminar sin algún otro anuncio a futuro que despertara en los presentes las ganas de saber más. Ricardo Galante nos habló sobre un Semillón, que si bien iba a ser usado para crear el Blend de Blancs de la línea insignia Special Blend, por sus destacadas características terminará siendo un varietal que se sumará el año que viene, al menos momentáneamente, a la colección Fin Single Vineyards. El hecho de que sólo exista una barrica de 500 litros de este Semillón, lo hace aún más significativo y aunque difícil de conseguir, será un lujo dar con alguna de las poco de más de 650 botellas que verán la luz.

por Diego Horacio Carnio para www.elperfectovino.com

A %d blogueros les gusta esto: